Nos llevaron

Vimos sorprendidos la carroza al cruzar la entrada, en su color marfil, el lujo de sus vidrios completamente polarizados, su creador sin duda estaría orgulloso, era una bestia forrada de belleza; nosotros nos habíamos acostumbrado tanto a nuestras carencias que seguro habríamos comido por tres meses con lo que costaba una sola de sus llantas casi nuevas, al parecer no se solicitaba mucho sus servicios en la ciudad ¿Quién iba a pagar esos precios?

Nuestras colonias contrastaban con aquellas en las que se respiraba la prosperidad, nosotros, claro, no pensaríamos ni dos veces en otorgarles sepultura a nuestros despedidos con tanta parafernalia -Si tan solo tuviéramos lo necesario, pero no era así, por eso a cada uno de los nuestros los habíamos paseados dentro de cajas lisas en los brazos de amigos y vecinos que nos echaban la mano en un camino musical a los panteones destrozados de la zona, sin embargo el caso de mis hijos era distinto.

Cada caja era igual de bella, muy blancas todas, hilachos azules colgantes abrazaban sus costados, los más caros y bellos del catálogo, casi del mismo tamaño que nuestra antigua casa, un viejo hogar que parecía enorme al ver cuantas sonrisas cabían en su interior, un hogar al que si hoy volviera vería tan reducido, me toparía con las paredes al girar la mirada, vería la casa tan pequeña como lo era antes de ellos, quizá por eso deba agradecer el tampoco poder volver, si así lo hiciera seguro regresaría a donde estoy ahora por mi propia voluntad.

Agrandamos un poquito nuestro hogar hace algunos años, aunque nunca lo sentí insuficiente incluso cuando apenas alcanzaba para dos, llenamos entonces de fé los espacios vacíos, incluimos las paredes y nuestros estómagos, los llenamos aún más cuando inició la buena ventura, el amor apareció de a uno por uno, -¿No crees que tres ya son bastantes? Ni siquiera notamos cuando de mí se amamantaba el último, ya eran cuatro, fue justo cuando la casa creció, al parecer lo hizo tan rápido como cuando ese día alguien llegó a apagar la vela, apenas y pudimos percibirlo.

Nos llenaron de flores, nos llenaron de cantos, perfilaron perfecto cada esquina de las fosas, jamás lo habríamos podido pagar, la mañana anterior apenas y habíamos conseguido dar bocado en caridad, tomámos después como postre un trago más de fé y continuámos la tarde.

Este día nos despedimos hasta del último desconocido, de mis parientes que habrían cargado mi caja, cantando entre baches, piedras y tierra mojada si hubiera sido necesario, despedimos también a los extraños, a quienes no podía pedir que se alejaran pues por ellos corría cada peso de esta hermosa fiesta, resarcimiento de culpas y de incompetencias. Nos fuimos, miré por última vez a mis cuatro, me quite los trapos caros y corrí a abrazar a cada uno, un beso, una sonrisa, le platiqué a cada uno su historia favorita, el hizo exactamente lo mismo, agrandamos nuestros nuevos hogares con sonrisas, nos llenamos por última vez los pulmones de la misma fé de siempre y nos llevaron.

En memoria de mi México quien yace en el cementerio del olvido y la injusticia, en memoria de la esperanza, y de nuestra fé en el mundo.


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