No había visto amor semejante, un padre que no espera frutos de su protegido, un magro amor al placer de tenerlos entre sus brazos, como un pulpo enlazó sus libros y entre los dedos que asomaban dejó el boleto. El cascabel de fierro viejo lo ensoñó en las olas del camino, voló al azul del cielo y se zambulló en el mar que lo meneaba al azar, baches saltarines golpeando en los corales, se apoderaron de él la tinieblas y fue aún más profundo, detrás del mundo, paralelo a la vida, con el pecho protegido en cartoné y hojas blandas, hasta que una de ellas fue mojada; empapado entonces en el camino desgraciado en su regreso, con sal en los ojos despertó de su letargo –¡Rapidito, rapidito, carteras y celulares!.
El herrera
MÁS LEÍDOS
-
“En su deseo confundía las sensualidades del lujo con las alegrías del corazón, la elegancia de las costumbres, con las delicadezas del s...
-
Tuve la oportunidad de leer El gran Gatsby del estadounidense F. Scott Fitzgerald en un chingón ejemplar de Editorial Mirlo, ilustr...
-
–He contado no menos de seis zopilotes siguiéndonos desde hace dos kilómetros Armando, seguro esperarán nuestra muerte –Yo...
No hay comentarios:
Publicar un comentario